30 DÍA DEL DESAFÍO - DÍA 16
HECHOS CAPÍTULO 26
1 Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti
mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó así su defensa:
2 Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que haya de
defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de que soy acusado por los
judíos.
3 Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y
cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con
paciencia.
4 Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el
principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos;
5 los cuales también saben que yo desde el principio, si
quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví
fariseo.
6 Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a
nuestros padres soy llamado a juicio;
7 promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar
nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche. Por
esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos.
8 ¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios
resucite a los muertos?
9 Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas
contra el nombre de Jesús de Nazaret;
10 lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles
a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes;
y cuando los mataron, yo di mi voto.
11 Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los
forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en
las ciudades extranjeras.
12 Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en
comisión de los principales sacerdotes,
13 cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz
del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los
que iban conmigo.
14 Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que
me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura
cosa te es dar coces contra el aguijón.
15 Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo
soy Jesús, a quien tú persigues.
16 Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto
he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has
visto, y de aquellas en que me apareceré a ti,
17 librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes
ahora te envío,
18 para que abras sus ojos, para que se conviertan de las
tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la
fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.
19 Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión
celestial,
20 sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco,
y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se
arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de
arrepentimiento.
21 Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo,
intentaron matarme.
22 Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el
día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de
las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder:
23 Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la
resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.
24 Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz
dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco.
25 Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que
hablo palabras de verdad y de cordura.
26 Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también
hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se
ha hecho esto en algún rincón.
27 ¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees.
28 Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser
cristiano.
29 Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no
solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual
yo soy, excepto estas cadenas!
30 Cuando había dicho estas cosas, se levantó el rey, y el
gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos;
31 y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo:
Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre.
32 Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en
libertad, si no hubiera apelado a César.
HECHOS CAPÍTULO 27
1 Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia,
entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la
compañía Augusta.
2 Y embarcándonos en una nave adramitena que iba a tocar los
puertos de Asia, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedonio de
Tesalónica.
3 Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente
a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser atendido por ellos.
4 Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a sotavento
de Chipre, porque los vientos eran contrarios.
5 Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia,
arribamos a Mira, ciudad de Licia.
6 Y hallando allí el centurión una nave alejandrina que
zarpaba para Italia, nos embarcó en ella.
7 Navegando muchos días despacio, y llegando a duras penas
frente a Gnido, porque nos impedía el viento, navegamos a sotavento de Creta,
frente a Salmón.
8 Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que
llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.
9 Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la
navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba,
10 diciéndoles: Varones, veo que la navegación va a ser con
perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de
nuestras personas.
11 Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón
de la nave, que a lo que Pablo decía.
12 Y siendo incómodo el puerto para invernar, la mayoría
acordó zarpar también de allí, por si puediesen arribar a Fenice, puerto de
Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí.
13 Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían
lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando Creta.
14 Pero no mucho después dio contra la nave un viento
huracanado llamado Euroclidón.
15 Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al
viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar.
16 Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla llamada
Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife.
17 Y una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para ceñir
la nave; y teniendo temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la
deriva.
18 Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al
siguiente día empezaron a alijar,
19 y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los
aparejos de la nave.
20 Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y
acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de
salvarnos.
21 Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos,
puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh
varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio
y pérdida.
22 Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá
ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave.
23 Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de
quien soy y a quien sirvo,
24 diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas
ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo.
25 Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío
en Dios que será así como se me ha dicho.
26 Con todo, es necesario que demos en alguna isla.
27 Venida la decimacuarta noche, y siendo llevados a través
del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca
de tierra;
28 y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un
poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas.
29 Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la
popa, y ansiaban que se hiciese de día.
30 Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y
echando el esquife al mar, aparentaban como que querían largar las anclas de
proa.
31 Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no
permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros.
32 Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y
lo dejaron perderse.
33 Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que
comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en
ayunas, sin comer nada.
34 Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni
aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.
35 Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en
presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer.
36 Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también.
37 Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta
y seis.
38 Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al
mar.
39 Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero veían
una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen, la nave.
40 Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar,
largando también las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa,
enfilaron hacia la playa.
41 Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la
nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del
mar.
42 Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para
que ninguno se fugase nadando.
43 Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió
este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y
saliesen a tierra;
44 y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y
así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.
HECHOS CAPÍTULO 28
1 Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta.
2 Y los naturales nos trataron con no poca humanidad; porque
encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y
del frío.
3 Entonces, habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las
echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano.
4 Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano,
se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado
del mar, la justicia no deja vivir.
5 Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño
padeció.
6 Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto
de repente; mas habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía,
cambiaron de parecer y dijeron que era un dios.
7 En aquellos lugares había propiedades del hombre principal
de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó solícitamente tres días.
8 Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo
de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le
impuso las manos, y le sanó.
9 Hecho esto, también los otros que en la isla tenían
enfermedades, venían, y eran sanados;
10 los cuales también nos honraron con muchas atenciones; y
cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas necesarias.
11 Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en una nave
alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Cástor y
Pólux.
12 Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días.
13 De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y otro día
después, soplando el viento sur, llegamos al segundo día a Puteoli,
14 donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos
quedásemos con ellos siete días; y luego fuimos a Roma,
15 de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a
recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos, Pablo dio
gracias a Dios y cobró aliento.
16 Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al
prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que
le custodiase.
17 Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los
principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les
dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra
las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en
manos de los romanos;
18 los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por
no haber en mí ninguna causa de muerte.
19 Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a
César; no porque tenga de qué acusar a mi nación.
20 Así que por esta causa os he llamado para veros y
hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena.
21 Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de
Judea cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de los hermanos que haya
denunciado o hablado algún mal de ti.
22 Pero querríamos oír de ti lo que piensas; porque de esta
secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella.
23 Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la
posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la
mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de
Moisés como por los profetas.
24 Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no
creían.
25 Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse,
les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta
Isaías a nuestros padres, diciendo:
26 Ve a este pueblo, y diles:
De oído oiréis, y no entenderéis;
Y viendo veréis, y no percibiréis;
27 Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con
los oídos oyeron pesadamente, Y sus ojos han cerrado, Para que no vean con los
ojos, Y oigan con los oídos, Y entiendan de corazón, Y se conviertan, Y yo los
sane.
28 Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación
de Dios; y ellos oirán.
29 Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo
gran discusión entre sí.
30 Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada,
y recibía a todos los que a él venían,
31 predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor
Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.
ROMANOS CAPÍTULO 1
1 Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol,
apartado para el evangelio de Dios,
2 que él había prometido antes por sus profetas en las santas
Escrituras,
3 acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del
linaje de David según la carne,
4 que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu
de santidad, por la resurrección de entre los muertos,
5 y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la
obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre;
6 entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de
Jesucristo;
7 a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a
ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor
Jesucristo.
8 Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con
respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo.
9 Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en
el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en
mis oraciones,
10 rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad
de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros.
11 Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual,
a fin de que seáis confirmados;
12 esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos
es común a vosotros y a mí.
13 Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me
he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener
también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles.
14 A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy
deudor.
15 Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el
evangelio también a vosotros que estáis en Roma.
16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de
Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al
griego.
17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por
fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda
impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;
19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues
Dios se lo manifestó.
20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y
deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo
entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.
21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a
Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su
necio corazón fue entenebrecido.
22 Profesando ser sabios, se hicieron necios,
23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza
de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en
las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus
propios cuerpos,
25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira,
honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito
por los siglos. Amén.
26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun
sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza,
27 y de igual modo también los hombres, dejando el uso
natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo
hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución
debida a su extravío.
28 Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los
entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen;
29 estando atestados de toda injusticia, fornicación,
perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas,
engaños y malignidades;
30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios,
injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres,
31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin
misericordia;
32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que
practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también
se complacen con los que las practican.
ROMANOS CAPÍTULO 2
1 Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que
seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque
tú que juzgas haces lo mismo.
2 Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican
tales cosas es según verdad.
3 ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal
hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?
4 ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y
longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?
5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido,
atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo
juicio de Dios,
6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras:
7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan
gloria y honra e inmortalidad,
8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a
la verdad, sino que obedecen a la injusticia;
9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo
malo, el judío primeramente y también el griego,
10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al
judío primeramente y también al griego;
11 porque no hay acepción de personas para con Dios.
12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también
perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados;
13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios,
sino los hacedores de la ley serán justificados.
14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por
naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí
mismos,
15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones,
dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus
razonamientos,
16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos
de los hombres, conforme a mi evangelio.
17 He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en
la ley, y te glorías en Dios,
18 y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo
mejor,
19 y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que
están en tinieblas,
20 instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes
en la ley la forma de la ciencia y de la verdad.
21 Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?
Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas?
22 Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que
abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?
23 Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley
deshonras a Dios?
24 Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado
entre los gentiles por causa de vosotros.
25 Pues en verdad la circuncisión aprovecha, si guardas la
ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión viene a ser
incircuncisión.
26 Si, pues, el incircunciso guardare las ordenanzas de la
ley, ¿no será tenida su incircuncisión como circuncisión?
27 Y el que físicamente es incircunciso, pero guarda
perfectamente la ley, te condenará a ti, que con la letra de la ley y con la
circuncisión eres transgresor de la ley.
28 Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la
circuncisión la que se hace exteriormente en la carne;
29 sino que es judío el que lo es en lo interior, y la
circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual
no viene de los hombres, sino de Dios.
ROMANOS CAPÍTULO 3
1 ¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la
circuncisión?
2 Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha
sido confiada la palabra de Dios.
3 ¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su
incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios?
4 De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre
mentiroso; como está escrito: Para
que seas justificado en tus palabras, Y venzas cuando fueres juzgado.
5 Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios,
¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre.)
6 En ningua manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al
mundo?
7 Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para su
gloria, ¿por qué aún soy juzgado como pecador?
8 ¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos,
cuya condenación es justa, afirma que nosotros decimos): Hagamos males para que
vengan bienes?
9 ¿Qué, pues? Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna
manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo
pecado.
10 Como está escrito:
No hay justo, ni aun uno;
11 No hay quien entienda.
No hay quien busque a Dios.
12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
13 Sepulcro abierto es su garganta;
Con su lengua engañan.
Veneno de áspides hay debajo de sus labios;
14 Su boca está llena de maldición y de amargura.
15 Sus pies se apresuran para derramar sangre;
16 Quebranto y desventura hay en sus caminos;
17 Y no conocieron camino de paz.
18 No hay temor de Dios delante de sus ojos.
19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los
que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo
el juicio de Dios;
20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será
justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del
pecado.
21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la
justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;
22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para
todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,
23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria
de Dios,
24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante
la redención que es en Cristo Jesús,
25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en
su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su
paciencia, los pecados pasados,
26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a
fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál
ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.
28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin
las obras de la ley.
29 ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios
de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles.
30 Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la
circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión.
31 ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera,
sino que confirmamos la ley.
ROMANOS CAPÍTULO 4
1 ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según
la carne?
2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de
qué gloriarse, pero no para con Dios.
3 Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le
fue contado por justicia.
4 Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia,
sino como deuda;
5 mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al
impío, su fe le es contada por justicia.
6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a
quien Dios atribuye justicia sin obras,
7 diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son
cubiertos.
8 Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de
pecado.
9 ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la
circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a
Abraham le fue contada la fe por justicia.
10 ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión,
o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión.
11 Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la
justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de
todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea
contada por justicia;
12 y padre de la circuncisión, para los que no solamente son
de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo
nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.
13 Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su
descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de
la fe.
14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana
resulta la fe, y anulada la promesa.
15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco
hay transgresión.
16 Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de
que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es
de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de
todos nosotros.
17 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas
gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama
las cosas que no son, como si fuesen.
18 El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser
padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu
descendencia.
19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que
estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz
de Sara.
20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios,
sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios,
21 plenamente convencido de que era también poderoso para
hacer todo lo que había prometido;
22 por lo cual también su fe le fue contada por justicia.
23 Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue
contada,
24 sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser
contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús,
Señor nuestro,
25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y
resucitado para nuestra justificación.
ROMANOS CAPÍTULO 5
1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios
por medio de nuestro Señor Jesucristo;
2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia
en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
3 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las
tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;
4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;
5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió
por los impíos.
7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo,
pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo
aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por
él seremos salvos de la ira.
10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios
por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por
su vida.
11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por
el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.
12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre,
y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto
todos pecaron.
13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde
no hay ley, no se inculpa de pecado.
14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun
en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura
del que había de venir.
15 Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la
transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los
muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo.
16 Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que
pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para
condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para
justificación.
17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte,
mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la
abundancia de la gracia y del don de la justicia.
18 Así que, como por la transgresión de uno vino la
condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino
a todos los hombres la justificación de vida.
19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los
muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los
muchos serán constituidos justos.
20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas
cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;
21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también
la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor
nuestro.
ROMANOS CAPÍTULO 6
1 ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que
la gracia abunde?
2 En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado,
¿cómo viviremos aún en él?
3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en
Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por
el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del
Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la
semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;
6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado
juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no
sirvamos más al pecado.
7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.
8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con
él;
9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya
no muere; la muerte no se enseñorea más de él.
10 Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas;
mas en cuanto vive, para Dios vive.
11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero
vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de
modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;
13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como
instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de
entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.
14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no
estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
15 ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley,
sino bajo la gracia? En ninguna manera.
16 ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para
obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte,
o sea de la obediencia para justicia?
17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado,
habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis
entregados;
18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la
justicia.
19 Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así
como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia
y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para
servir a la justicia.
20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres
acerca de la justicia.
21 ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales
ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.
22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos
siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida
eterna.
23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios
es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.